lunes, 23 de junio de 2014

Diez Ciudades




¿Quién elegiría asentarse en una tierra fronteriza tan cruel como el Valle del Viento Helado? Las respuestas son tan dispares como lo son los habitantes de las Diez ciudades, una selección representativa de todos los pobladores de los Reinos olvidados.

Algunos llegan a las Diez Ciudades con la firme determinación de hacer fortuna. Aunque la demanda de tallas de hueso en el sur  ya no es lo que era, aún da suficiente dinero como para que merezca la pena salir a la pesca de la trucha para venderla o tallar su valioso esqueleto que es similar al marfil.
El Valle y las pendientes de las montañas del Espinazo del Mundo son ricas en recursos minerales, como lo son las minas de gemas cerca de Termalaine. Algunos buscadores optimistas viajan hasta el norte esperando encontrar un nuevo y abundante filón.

Otros viajan hasta el Valle buscando aislarse. Es difícil encontrar un lugar más alejado de el ajetreo y las prisas de la civilización que Viento Helado o más cercano a una instantánea congelada de la naturaleza. El Valle es un lugar perfecto para pasar desapercibido y ponerse lejos del alcance de las leyes de las ciudades del sur. Como el famoso elfo drow Drizzt Do´Urden, muchos de los que llegan son proscritos, parias o fugitivos en busca de un lugar donde puedan toleran, sino aceptar, su presencia.

Algunos de los habitantes de las Ciudades son descendientes de los bárbaros Reghed quienes se asentaron en Caer Konig y en Bremen por un tiempo. Abandonaron sus tradiciones y modo de vida tradicional y autosuficiente después de ver su número diezmado por los ejércitos de Akar Kessel hace cien años. Muchos de sus actuales parientes aun recorren la tundra, pero en Caer Konig y Bremen habitan mujeres y hombres excepcionalmente altos, descendientes de aquellas tribus bárbaras.

Por supuesto, cuatrocientos años después de que la familia Dinev se asentase por vez primera en las orillas de Lago Dinneshere, la mayor parte de los habitantes de Diez Ciudades nacieron, crecieron allí y jamás han pensado en marcharse. Están acostumbrados al frió y sonríen disimuladamente o bien se burlan abiertamente de quienes visitan su tierra y se quejan de el frio y las duras condiciones climatológicas.

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