viernes, 23 de febrero de 2018

El legado de la Piedra de Cristal (sesión 6)




Carentes de cualquier ritmo o periodicidad, avanzamos muy lentamente por la campaña Legacy of the cristal Shard tras el parón navideño.

Fue una sesión corta, de unas 3 horas efectivas de juego, en la que, al menos, se abrieron algunas nuevas posibilidades en el hilo de la aventura.

Comentar que algunos de los hechos que acontecen en nuestras sesiones no siguen el guión planteado en el texto original; he incluido, como supongo que haría cualquier DM, algunas modificaciones en el argumento, especialmente en esta parte final,  para acomodar la aventura a nuestro grupo de juego y a mis gustos. Espero que el resultado guste también, claro, a los jugadores. También  espero poder explicar estos cambios con detalle y otros en una futura entrada una vez que terminemos la campaña por si alguien decide arbitrarla.

También puede ser interesante contar entonces cual es mi opinión final sobre la aventura, ya que va cambiando según la vamos jugando y veo como el material que se ofrece al DM y sirve como hilo argumental de las andanzas de los protagonistas, resulta más o menos útil, inspirador o divertido.

Por aquí el resumen de lo acontecido.
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El grupo de héroes se refugió durante la noche en una de las cuevas termales dentro del glacial Evermelt tras su huida del cubil de la Bruja del Hielo y su esquelético compañero dragón reanimado Muertehelada.
Con ellos estaban los supervivientes de la Tribu del Alce que iban a ser sacrificados en nombre de la diosa Auril y a los que afortunádamente, habían rescatado a tiempo.

Su chaman, el viejo Mjenir, les explicó que la Bruja del Hielo era una joven de su tribu llamada Hedrun,  a quien desterraron hace meses por asesinar a su prometido. Desde niña tenía extrañas habilidades mágicas de las que todos recelaban. No les extrañaba que ahora estuviera al servicio de la cruel diosa del invierno Auril y descargase su ira vengativa contra su propia sangre y el resto del Valle.

Para lo que quedaba de la Tribu, hundidos y desmoralizados tras lo sucedido, solo había una opción; reagruparse y buscar asilo y cobijo en las Diez ciudades. 

Una joven druida de la tribu llamada Bodil, que había conseguido escapar a los recientes ataques del clan de la Tribu del Oso, se unió entonces al grupo de aventureros. Parecía convencida de luchar por salvar al Valle de las amenazas recientes aunque ello la separase de sus propios congéneres. No les vendría mal la ayuda a los aventureros tras la desafortunada pérdida de Lorch, el explorador.

Antes de abandonar el glacial en dirección al campamento de la Tribu del Alce, pudieron contemplar sobrecogidos como grandes manadas de bestias salvajes; osos, lobos o incluso monstruosos yetis acudían a la llamada de Hedrun. Auril y su elegida estaban congregando un ejército que amenazaba a todo el Valle.

Al llegar al campamento vieron que había sido atacado. Cultistas de Auril y bestias de la tundra habían asaltado el lugar y secuestrado a algunas mujeres y niños. Al parecer los llevaban a un antiguo bastión enano en el cercano Pico Kelvin y que ahora les servía de guarida. En el campamento aún quedaban unos osos de las nieves y lobos a los que pudieron derrotar y ahuyentar en combate.

La noche se acercaba y, finalmente, la luna llena llegó y con ella se desencadenó la maldición de la licantropía. Terion y a Bruenor comenzaron a retorcerse entre dolores y a transformarse, por primera vez, en hombres rata. Pudieron atarlos y convencer a los bárbaros para que no acabasen con ellos permitiéndoles pasar la noche con ellos. Al fin y al cabo, les habían salvado, y les necesitaban para rescatar a los secuestrados en el Pico de Kelvin

Tras una noche agotadora, llegó la mañana. Sanadora. Terion y Bruenor volvieron a su ser. Pero muy débiles físicamente.
Mandaron a el pequeño halfling Anry y a los supervivientes a avisar en Diez ciudades del peligro que suponía el ejército de la Bruja del Hielo.

Ellos se encaminaron al Pico de Kelvin. En las faldas del risco, encontraron a algunos de los cautivos. Desnudos y congelados a la intemperie. A la manera despiadada e inhumana del Culto a Auril de realizar sacrificios y ofrendas a su cruel diosa. Aquello sobrecogió a los héroes.

Pero aun quedaba algunos cautivos por los que luchar y muchos motivos por los que buscar una venganza.

También según contaban los ancianos, ese viejo baluarte enano ocultaba un pasaje que podría permitir cruzar al otro lado de la montaña sin escalarla ni tener que dar un gran rodeo a pie; como tendrían que hacer las fuerzas de la Bruja del Hielo en su avance hacia Diez Ciudades. Si encontraban el pasaje, puede que llegasen antes, pese a que marchaban ahora con retraso.

Al poco de iniciar la subida, unos felinos blancos similares a tigres primitivos, que parecían estar del lado de los Cultistas y de Auril, les sorprendieron saltándoles encima.
La lucha se desencadenó en el camino y pudieron finalmente derrotar a las criaturas e impedir que una de ellas huyese hasta su cercana guarida.

A la vista se alzaba una columna de humo cercana. Quizás de la vieja guarida enana que buscaban. De ese lugar también se decía que en el pasado,  estuvo habitada por una raza de gigantes, los  Veerbeg que apoyaron la causa del mal en una olvidada guerra en el Valle.
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Poco más que añadir a lo dicho. El material original voy a recortarlo en futuras sesiones para centrarnos, si el libre albedrío de los personajes y jugadores así lo permite,  en la trama más prominente relativa a la situación en el Valle del Viento Helado.